sábado, 18 de abril de 2020

Lecciones de una pandemia




 Artículo publicado en Diari de Tarragona el 18 de abril de 2020

La casualidad ha hecho que el mismo día la prensa publicara dos noticias de dos políticos catalanes, por un lado el fallecimiento de Landelino Lavilla Alsina, y por otro la esperpéntica y ridícula queja del Conseller de Interior Miquel Buch sobre el número de mascarillas suministradas por el Gobierno de España, considerándola una grave afrenta por coincidir sus primeros dígitos con el año 1714. Y con motivo de ambos hechos la prensa ha publicado en diferentes medios, en el primer caso a modo de panegírico y en el segundo de reprobación, la biografía de ambos. Como pueden ustedes adivinar la comparación puede resultar odiosa. En la de Lavilla destacan que fue un gran jurista, y el constructor jurídico de la transición; su vasta formación y el desempeño de altas funciones, tanto en lo público como en lo privado, así como su pertenencia a dos de los cuerpos de más prestigio del Estado, el de letrados del Consejo de Estado y del Tribunal de Cuentas, ponen de manifiesto su extraordinaria formación jurídica y humana. Y por otro lado tenemos al Conseller Buch, en cuya biografía destaca en su formación haber realizado estudios de Formación Profesional en la rama administrativa, que debemos suponer no terminó al no constar en la misma título alguno; y en su actividad profesional, se reseña el haber trabajado durante  un periodo en el negocio familiar,  así como de portero en una conocida discoteca y tras ello, entró de lleno en la política, de donde ya no ha salido, siendo finalmente nombrado Conseller de Interior. Como podemos observar la trayectoria vital de ambos dista bastante, y el haber de resultados también.

Lo expuesto hasta aquí no sería más que una anécdota, de la que podríamos extraer incluso el poder reconocer una encomiable valía a quien sin apenas formación logra llegar a un cargo prominente, sino fuera porque, como consecuencia de la pandemia del coronavirus, hemos puesto en sus manos nuestras vidas. Y aunque llegará el momento de rendir cuentas de la gestión, resulta triste ver que en general, en la clase dirigente primen por delante del interés de los ciudadanos, el interés propio. Estos días, hemos visto como de la improvisación se ha hecho la norma, cómo ha primado la estrategia política a la estrategia de la lucha contra el Covit-19, cómo las decisiones se toman buscando el mejor momento político y no el mejor momento para luchar contra la pandemia. Resulta sorprendente como habiendo 7 días en una semana, algunas decisiones se han tomado en domingo, para entrar en vigor a las 00:00 horas del lunes y se publiquen en el BOE a las 23:30, convirtiendo semanalmente la sobremesa de los domingos en una especie de “Aló Presidente”, con la alocución semanal del Presidente Sánchez, llena de gesticulaciones y frases hechas vacías de contendido. O el Vicepresidente segundo el Sr. Iglesias preocupándose en plena pandemia por cambiar la forma del Estado, como si eso fuera una prioridad en estos momentos. Pero no solo el Gobierno Central ha cometido disparates o errores en la gestión, también ha errado el Gobierno de la Generalitat de Cataluña, más preocupado en mantener la tensión que en la salud de los ciudadanos, han pretendido ocultar su ineptitud en la gestión intentando mantener viva la llama del agonizante “Procés”, posicionándose siempre a la inversa del Gobierno del Estado, amparándose en un supuesto comité científico que, finalmente, ha resultado que no existe. Sus miembros han sido incapaces de gestionar una grave crisis, siendo el broche final las declaraciones antes señaladas del Conseller Buch, por cierto uno de los aspirantes a ser candidato a la presidencia de la Generalitat.

Pero de todo ello debemos  obtener  lecciones que nos permitan mejorar y afrontar nuevas crisis, que seguro llegarán, con mayor capacidad de gestión. Y la primera lección es la extraordinaria profesionalidad, entrega y  dedicación no solo del personal sanitario, al que deberemos mucho, sino también de todos aquellos que exponiendo su salud han permitido que este país siga funcionando, desde los trabajadores de los comercios de alimentación, servicios de limpieza, cuerpos de seguridad, transportistas y todos aquellos sectores que fueron declarados esenciales, sin ellos no habríamos podido subsistir. Por lo tanto, la primera lección es que debemos poner en valor ese capital humano que representa lo mejor de nuestro país, y la mejor forma de hacerlo es retribuirlos dignamente, especialmente a quienes conforman la sanidad pública.

Otra de las lecciones que nos dará este tiempo de pandemia es que debe producirse un cambio en el personal político, los electores deberemos exigir que quienes dirijan nuestra administración, en cuyas manos ponemos literalmente nuestras vidas como se ha demostrado en la actual crisis, respondan a juicios de capacidad, que realmente gestionen en beneficio del país y no en beneficio propio buscando únicamente su perpetuación en el cargo. Capacidad que deberían haber demostrado fuera de la política, no puede ser que una parte importante de nuestros dirigentes carezca de experiencia fuera del cargo público, principalmente porque les aleja de la realidad de los ciudadanos, quienes deben luchar cada final de mes para hacer frente a sus diferentes obligaciones. Por ello, queremos que los mejores y más capacitados de nuestros ciudadanos sean los que estén al frente de una crisis como la actual. Y solo hay una manera de conseguirlo, la limitación de mandatos, la política debe ser un servicio a la sociedad de los miembros de ésta, y limitar los mandatos impedirá que quien no tenga capacidad para la gestión de lo privado tampoco la tenga para la gestión de lo público, que resulta a todas luces más importante, como ha puesto de manifiesto la pandemia. Pero todo ello sería ineficaz si no reducimos de manera drástica los cargos de confianza en las diferentes administraciones públicas, reforzando al mismo tiempo la carrera profesional del cuerpo técnico de funcionarios, convirtiéndolos en verdaderos cuerpos de élite al servicio de la clase política y de los ciudadanos, bajo el único criterio del mérito y  la capacidad, y que éstos sean retribuidos al mismo nivel que se retribuye a los cargos de confianza, pero porque realmente su preparación y experiencia lo merezca, y no por ser conocido o amigo de, como sucede ahora.

Pere Lluís Huguet Tous

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