Artículo publicado en Tribuna del Diari de Tarragona el 21 de noviembre 2015
Hace
unos días mientras esperaba, más de una hora de cola para someterme al control
de inmigración, ser fotografiado y tomadas mis huellas digitales casi como un
delincuente en un aeropuerto de América del sur, recordaba la emoción del
primer día que cruce la frontera con Francia en la Junquera y ésta había
desaparecido, solo quedaba el cartel. Resultaba emocionante soñar con una
Europa sin fronteras en la que pudiéramos circular con absoluta libertad. Pero
solo unas horas después al llegar al hotel y repasar la prensa, leía la noticia
que Suecia, curiosamente país que no ha sufrido las olas de inmigración que han
sufrido los países del sur de Europa, pedía la revisión del tratado de Schengen y el restablecimiento de
controles. Pocos días después Francia anuncia la suspensión temporal del
tratado por la cumbre del clima.
Y llega
el viernes, cuando unos descerebrados siembran el terror en pleno corazón de
Europa, ahora debemos todos apoyar a los cuerpos de policía y a nuestras
autoridades en la búsqueda de los responsables, debemos ayudar, cada uno en la
medida de sus posibilidades, a erradicar esa plaga que es el terrorismo, y que
tanto hemos sufrido en nuestro país.
Pero
pronto llegará el día de la reflexión, ¿qué Europa queremos para el futuro?. El
eterno debate entre seguridad y libertad, entre limitar los derechos a cambio
de una limitada seguridad, o avanzar en una Europa solidaria en la que tengan
cabida los refugiados que huyen de las guerras, en una Europa sin muros ni
fronteras, en la que los ciudadanos sigamos circulando sin ser fichados a cada
frontera, en la que cada día nos encontramos más integrados, en la que nuestros
hijos circulan y estudian sin sentirse en un país extranjero. Si como
consecuencia de los actos terroristas perdemos todo lo que hemos conseguido,
ellos habrán ganado. No podemos renunciar a los logros de esta Europa que, con
todos sus problemas, es paraíso de Libertad.
Pero
por otro lado, debemos exigir a quienes se integran en nuestra sociedad la
aceptación de las normas básicas de convivencia, no podemos permitir que desde
cualquier lugar, sea el que sea, se hagan llamamientos a la sumisión de la
mujer, a que se impida que éstas se relacionen con la sociedad donde viven, a
que se hagan llamamientos que atentan contra las normas básicas de convivencia
o contra la vida. No pueden haber en Europa islas donde los derechos
fundamentales reconocidos en nuestras leyes no se apliquen y donde quien los
vulnere no sea recriminado por ello. Los
terroristas de los atentados de Londres y Paris son mayoritariamente nacidos en
Europa, son compatriotas europeos, nacidos en una sociedad que respeta la vida,
la igualdad, y aquellos derechos fundamentales que ellos pretenden destruir,
por lo tanto han crecido en nuestra sociedad y no hemos sabido ilusionarlos con
los principios de respeto a la vida. Nuestro esfuerzo debe encaminarse en
conseguir esa integración basada en los principios de un estado democrático, y
no podemos renunciar a ninguno de ellos.
La
solución ilusoriamente eficaz es el cierre de fronteras, es la limitación de
derechos, lo perdurable en aras de la paz, es seguir trabajando para la
integración, luchar contra el terrorismo con las armas que nos da la ley, y
avanzar para que Europa siga siendo el paraíso de la libertad.