Artículo publicado en Tribuna del Diari de Tarragona el 23 de febrero 2016
Cuando, a principios del 2011, descubrí la red de microblogging Twitter, me cautivó la capacidad de muchos de sus asiduos usuarios para concentrar ideas en los 140 caracteres. El expresarse con esta limitación requería un ejercicio, no solo de inteligencia, sino también de dominio del lenguaje y realmente me fascinó como podían generar debates de gran profundidad concentrando en pocas palabras grandes ideas. En esa época un conocido me dijo “twiter es la red social para idiotas a los que no les gusta escribir”, a lo que conteste que precisamente era lo contario, era gente inteligente que sabía escribir, aunque el tiempo ha dado la razón a mi contertulio.
Cuando, a principios del 2011, descubrí la red de microblogging Twitter, me cautivó la capacidad de muchos de sus asiduos usuarios para concentrar ideas en los 140 caracteres. El expresarse con esta limitación requería un ejercicio, no solo de inteligencia, sino también de dominio del lenguaje y realmente me fascinó como podían generar debates de gran profundidad concentrando en pocas palabras grandes ideas. En esa época un conocido me dijo “twiter es la red social para idiotas a los que no les gusta escribir”, a lo que conteste que precisamente era lo contario, era gente inteligente que sabía escribir, aunque el tiempo ha dado la razón a mi contertulio.
Y llegó el 15-M, explosión de
ideas y de indignación a partes iguales, y twitter fue su medio de expresión: Gente
joven, con buen dominio de la tecnología, que comprendió como nadie la eficacia
de concentrar ideas en pocas palabras, demostrando una inteligencia social
extraordinaria. Twitter fue su medio de propaganda y comunicación, no comparto gran parte de sus postulados pero
debo reconocer que fue un movimiento con grandes dosis de ingenio e
inteligencia, muy lejos del “cojo manteca” de los movimientos sociales del 1987.
De aquella época, la del 15-M, recuerdo grandes debates en Twitter y grandes
personas que surgían del anonimato con unas capacidades extraordinarias para
expresar y hacerse comprender e incluso denunciar injusticias en 140
caracteres, por ello permanecí casi un año en silencio, observando y admirando a
todos ellos sin atreverme a tuitear.
Pero los años han ido transcurriendo
y twiter ha pasado de 10 millones de usuarios en 2010 a 304 millones en 2015,
un crecimiento exponencial que ha hecho que perdiera parte de su encanto
inicial, y la consiguiente masificación ha llevado a su transformación,
primando otros factores por delante del debate y el intercambio de ideas.
Ahora twitter se ha convertido en
red social de la mediocridad, del escrache virtual, amparado en el anonimato o en
la distancia que dan las redes sociales, cualquier descerebrado se siente con
capacidad de insultar, despreciar, y, en definitiva, de faltar al respeto a
cualquier ciudadano que se atreva a pensar diferente y al que sería incapaz de decírselo
en persona. Muchos utilizan la red para eludir sus propias frustraciones,
sintiendo la falsa sensación de un reconocimiento social del que carecen en la
realidad no virtual. Se enorgullecen de tener tal número de seguidores, como si
eso les diera reconocimiento y como si todos fueran amigos desde la infancia, y
saben que cuanto más insulten, más soeces y barriobajeros sean más seguidores
tienen.
Pero cada día aparecen más
mensajes de personas de reconocido prestigio e inteligencia que, como
consecuencia de los ataques que hordas de tuiteros descerebrados han hecho a su
persona y familia, abandonan una red social, que precisamente servía para
fomentar el debate y el respeto. No hace muchos días una prestigiosa profesora
y amiga anunciaba que abandonaba twitter simplemente por haber tuiteado algo,
en el ejercicio de su libertad, que no fue del gusto de algunos y como fenómeno
vírico la masacraron, la llamé para infundirle ánimos y me encontré a una
persona destrozada, no comprendía como personas que ni siquiera la conocen, ni
son juristas, la insultaran por dar una opinión en un tema jurídico.
Pero quizás lo peor sean los innumerables
seguidores silenciosos, que no insultan, no hablan, no opinan, pero mediante el
conocido “retuit” o “me gusta” dan alas y difunden los escraches virtuales,
amparados en el hacer de otros y bajo una sombra de una cierta impunidad. Sin
esa nube de seguidores anónimos, los mediocres, los del insulto fácil, de la
insinuación perversa sin mencionarlo, no tendrían éxito en twitter y no
conseguirían más que el desprecio.
Pero no todo está perdido, las últimas
elecciones han convertido a twitter en mesa de negociaciones, se miden las
palabras al milímetro en los tuits de los políticos y se lanzan mensajes los
unos a los otros mediante la red social, quizás esto sirva para recuperar el
debate inteligente y recuperar el respeto, esa es la clave. Sin respeto a las
ideas de los demás difícilmente podemos debatir, discutamos hasta agotarnos,
concentremos grandes ideas en un tuit, construyamos el futuro desde la
convivencia y el respeto, sin ello nos convertimos en mediocres buscando
cualquier excusa para faltar al respeto al prójimo virtual para, con la
desgracia de éste, pasar un rato ocultando nuestros complejos.
En fin, toca ya cerrar el “Bar de
Lola” como llama a su tiempo de tuiteo mi admirado Pérez Reverte, autor de
tuits memorables aunque también víctima de escraches deleznables.