Artículo publicado en la Tribuna del Diari de Tarragona el 7 de enero de 2015
La
ultima Nochebuena el Rey se estreno en el mensaje a la nación, mensaje de alto contenido
político, dejando a un
lado sus referencias a la corrupción
y el proceso soberanista de Catalunya, otra de sus referencias fue a la
regeneración democrática. Esta última expresión también es utilizada profusamente por nuestros políticos, pero pocos hacen un análisis serio de lo que es
necesario para regenerar nuestra vida política, no obstante creo que puede ser incluso sencillo,
simplemente aplicar a la política
las medidas que la legislación
vigente, aprobada precisamente por los políticos, exigen a los ciudadanos pero que no se exigen a ellos
mismos. Me explicaré:
Tomemos
la comparativa entre la Ley Orgánica
1/2002 de 22 de marzo, reguladora del
derecho de asociación, la
Ley 50/2002 de 26 de diciembre, reguladora de las fundaciones, y la Ley Orgánica 6/2002 de 27 de junio,
reguladora de los partidos políticos.
La primera contiene 42 artículos,
4 disposiciones adicionales, 2 transitorias y 4 finales, y una minuciosa
regulación de la forma
como los ciudadanos debemos ejercer nuestro derecho de asociación estableciendo los requisitos
de los órganos de
gobierno, los derechos y obligaciones de los asociados, etc. La segunda
contiene 46 artículos, 8
disposiciones adicionales, 4 transitorias y 5 finales, regulando detalladamente
el régimen jurídico de las fundaciones.Tomemos
ahora la ultima de ellas, que siendo una ley que regula una pieza clave de
nuestro sistema democrático
como son los partidos políticos
y aun siendo todas ellas del mismo año
y legislatura, tan solo contiene 13 artículos,
3 disposiciones adicionales, una transitoria y 2 finales y una regulación simplista y genérica de los órganos de gobierno, los
derechos y obligaciones de los militantes etc..
No es
que valoremos o debamos valorar una Ley según el número
de artículos que contiene,
pero resulta sorprendente, y quizás
sea una de las explicaciones del creciente desapego de los ciudadanos a los
partidos tradicionales, que el legislador haya dedicado mayor esfuerzo en
regular la organización de
las asociaciones de ciudadanos y fundaciones, que a los partidos políticos, cuando estos últimos, además de ser una pieza clave en el
sistema, tienen en sus manos el poder ejecutivo y el legislativo.
Por lo
tanto regenerar la vida democrática
es regenerar los partidos políticos,
y ello requiere una nueva regulación.
Una regulación que
establezca con claridad los derechos y deberes de los afiliados, la estructura
organizativa democrática y
la elección por parte de
los afiliados no solo de los cargos, sino también de los candidatos mediante las correspondientes primarias
por sufragio directo, estableciendo por ley las garantías mínimas
en todos estos procesos internos. Todo ello para dar voz a los ciudadanos que
quieran participar en la política
a través de los partidos,
y con ello dar cumplimiento al mandato del Artículo 6 de la Constitución que establece que los partidos políticos
expresan el pluralismo político,
concurren a la formación y
manifestación de la
voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política.
Pero
las medidas antes señaladas
no son suficientes, más
aun en la creciente crisis del sistema, éstas deben venir acompañadas de la aproximación de los cargos electos a los ciudadanos, y ello solo puede
conseguirse mediante una profunda reforma de la ley electoral. Quizás ahora, que se habla de la
reforma de la Constitución,
sea el momento de modificar el articulo 68. 2 que establece la provincia como
circunscripción, más Ceuta y Melilla lo que hacen
un total de 52 circunscripciones. Si queremos revitalizar la vida política es fundamental acercar los
representantes de los ciudadanos a éstos
y ello solo es posible si reducimos el ámbito
territorial de la circunscripción
electoral, países de mayor
tradición democrática tienen circunscripciones más pequeñas, desde las 577 circunscripciones uninominales de Francia
a las 650 circunscripciones también
uninominales del Reino Unido. Si en Tarragona se eligen 6 diputados, porqué no podemos distribuirlos
proporcionalmente entre varias circunscripciones uninominales más pequeñas, y así,
cada ciudadano tendría su
diputado próximo al
territorio y a sus problemas, tendríamos
alguien a quien acudir. El diputado dejaría de ser un desconocido de una lista cerrada, y pasaría a ser nuestro diputado.
Efectivamente
todo ello debería ir
acompañado de formulas que
recojan los “restos” para que las minorías también tenga representación,
los sistemas mayoritarios puros tampoco son una solución, revitalizar es también dar voz en su justa proporción a las minorías.
Los
ciudadanos creemos que ahora nuestro sistema electoral a llegado a su fin, y
que ya no es el momento de seguir haciendo política partidista pensando solo en los interesas de cada
bancada, hay que mirar al futuro, hay que sentarse y hablar, con mentalidad de
estadistas para construir sobre los sólidos
cimientos de la Constitución
del 78, un nuevo sistema electoral, más
próximo, más representativo; nos ha
servido durante los años
del inicio de nuestra democracia pero ahora en la madurez necesitamos un nuevo
sistema electoral que realmente regenere la vida política del país.