jueves, 23 de abril de 2020

La oportunidad perdida

Artículo publicado en el Diari de Tarragona el 23 de abril de 2020

Este viernes, si no hay sorpresas de última hora, van a aprobarse los presupuestos de la Generalitat de Catalunya en el Parlamento Catalán, pero si en algo parece que todos estamos de acuerdo es que la situación de nuestra economía, e incluso de nuestra sociedad y de nuestras vidas, es radicalmente distinta a la que teníamos hace unas pocas semanas, nada es igual, excepto los presupuestos de la Generalitat. Van a aprobarse unos presupuestos que nacen desfasados, que se redactaron y prepararon cuando prácticamente no sabíamos qué era el COVID-19, y que necesitarán de las correspondientes modificaciones presupuestarias con sus trámites legales, para adaptarlos a la realidad actual, lo que como mínimo hará perder un tiempo, en la reacción a la situación de alerta social y económica, del que no disponemos.

Pero lo más grave de todo es que los dos partidos que gobiernan la Generalitat de Cataluña,  han dejado perder una oportunidad única para adelantarnos en la gestión de la crisis. La herramienta esencial de la que disponen los gobiernos para incidir en la sociedad y en la economía es sin duda alguna los presupuestos. En Cataluña teníamos la suerte de que en plena pandemia estaba su tramitación en marcha en el Parlamento, lo que nos podía hacer ganar un valioso tiempo en la aplicación de las medidas económicas y de protección a los ciudadanos, incluyéndolas en dichos presupuestos. Pero el Govern, cautivo de sus equilibrios internos, ha preferido seguir adelante con unos presupuestos obsoletos, y cuya aplicación, en definitiva, como luego veremos, va a agravar la crisis social y económica. Como siempre, han primado los intereses personales y de partido al interés general, incluso en estos dramáticos momentos han puesto por delante de las personas las siglas de sus partidos y su perpetuación en el cargo. Tenían unos presupuestos pactados y han preferido seguir con ellos antes que arriesgarse a perder los apoyos conseguidos o fracturar más aun la coalición de gobierno;  y lo repito por la gravedad que representa, han primado los intereses personales y de partido por delante del interés general de los ciudadanos.

Y era muy fácil, aprovechando la tramitación parlamentaria, sentarse con todos y hablar, con voluntad de diálogo, con voluntad de trabajar para todos los ciudadanos que formamos esta Cataluña plural, así era de fácil. Han sido incapaces de escuchar a la oposición que lleva días pidiendo adaptar los presupuestos a la situación de emergencia, ofreciéndose para ello. Pero el cambio requería, por pura lógica, aparcar en estos momentos todas las partidas dedicadas a lo que se ha denominado el Procés, para centrarnos en salvar vidas, familias y puestos de trabajo, y pactar entre todos unos presupuestos que nos permitieran encarar una recuperación económica lo más rápida posible. Ni siquiera era necesario abandonar los planteamientos unilateralistas, sino únicamente aplazarlos, para dedicar todos los esfuerzos económicos y humanos en la lucha por la emergencia social. La prioridad incluso por encima de la independencia de Cataluña debería haber sido salvar vidas y la subsistencia económica de los ciudadanos. 

Pero han preferido seguir con unos presupuestos que, si bien incrementan las partidas sociales, en estos momentos son absolutamente insuficientes; muchas de las inversiones previstas no podrán ejecutarse, y parte del gasto, en atención a las circunstancias actuales, es superfluo. Han preferido seguir con unos presupuestos que, si la próxima semana son publicados en el DOGC, conllevarán un incremento del Impuesto de Sucesiones de todos los que fallezcan desde ese momento, y, sinceramente, ¿creen que es el momento de incrementarlo?. Ese mismo impuesto regula las donaciones, y no se les ha ocurrido mejor idea que incluir una reducción de la base imponible de nada más y nada menos que de un 95% de aquellas donaciones que cualquier asociación o fundación, sean de utilidad pública o no, otorguen a un particular. Y se preguntarán a qué se debe tan extraño beneficio fiscal; pues es muy fácil, a la par que mezquino, el motivo son las donaciones que las diferentes asociaciones, conocidas como caja de resistencia, han efectuado para pagar las fianzas y responsabilidades civiles de las diferentes causas en las que han sido condenados los líderes del Procés. Para ellos sí hay exenciones fiscales y, sin embargo, a los familiares de quien muere ahora en Cataluña se les incrementa el impuesto. 

Pero no sólo es el incremento del Impuesto de Sucesiones el que contempla la ley de acompañamiento de los presupuestos, también hay un incremento generalizado de la presión fiscal a los catalanes, que si ya no tenía sentido allá por el mes de diciembre, cuando se pactaron el incremento del IRPF, el nuevo impuesto sobre las emisiones de los vehículos, así como la constitución de varios impuestos más, ningún sentido tiene ahora. El incremento hoy de la carga impositiva con la situación de las empresas y los ciudadanos, con los efectos del COVID 19, es un verdadero suicidio económico. 

Pero quizás el ejemplo más claro de la inutilidad de la aprobación ahora de estos presupuestos sea el incremento del impuesto de pernoctaciones en establecimientos turísticos y la creación de una tarifa especial para Barcelona, entiéndase por especial como más cara. La industria del turismo, de la que dependen miles de familias en Cataluña, va a ser, sin duda alguna, la más perjudicada por la actual crisis, y vamos a necesitar un plan de salvación de dicha industria, parte esencial del tejido empresarial catalán, y especialmente de la provincia de Tarragona. En diciembre la patronal hotelera CONFECAT ya puso el grito en el cielo por el incremento del impuesto, y hace pocos días hizo un llamamiento a la Generalitat pidiendo que suspendiera el impuesto durante 24 meses en atención a la situación del sector. Pues bien, la respuesta de los partidos que apoyan los presupuestos, JuntsXCAT, ERC y los Comunes, será aprobar este viernes una subida sustancial del impuesto, así como una tarifa especial para Barcelona.

Necesitamos que la política vuelva a escribirse en mayúsculas, quien tiene la responsabilidad de gobernar también tiene la responsabilidad de liderar los consensos necesarios para que todos juntos trabajemos en superar una situación inédita como la que vivimos, y parece que no lo están haciendo.

sábado, 18 de abril de 2020

Lecciones de una pandemia




 Artículo publicado en Diari de Tarragona el 18 de abril de 2020

La casualidad ha hecho que el mismo día la prensa publicara dos noticias de dos políticos catalanes, por un lado el fallecimiento de Landelino Lavilla Alsina, y por otro la esperpéntica y ridícula queja del Conseller de Interior Miquel Buch sobre el número de mascarillas suministradas por el Gobierno de España, considerándola una grave afrenta por coincidir sus primeros dígitos con el año 1714. Y con motivo de ambos hechos la prensa ha publicado en diferentes medios, en el primer caso a modo de panegírico y en el segundo de reprobación, la biografía de ambos. Como pueden ustedes adivinar la comparación puede resultar odiosa. En la de Lavilla destacan que fue un gran jurista, y el constructor jurídico de la transición; su vasta formación y el desempeño de altas funciones, tanto en lo público como en lo privado, así como su pertenencia a dos de los cuerpos de más prestigio del Estado, el de letrados del Consejo de Estado y del Tribunal de Cuentas, ponen de manifiesto su extraordinaria formación jurídica y humana. Y por otro lado tenemos al Conseller Buch, en cuya biografía destaca en su formación haber realizado estudios de Formación Profesional en la rama administrativa, que debemos suponer no terminó al no constar en la misma título alguno; y en su actividad profesional, se reseña el haber trabajado durante  un periodo en el negocio familiar,  así como de portero en una conocida discoteca y tras ello, entró de lleno en la política, de donde ya no ha salido, siendo finalmente nombrado Conseller de Interior. Como podemos observar la trayectoria vital de ambos dista bastante, y el haber de resultados también.

Lo expuesto hasta aquí no sería más que una anécdota, de la que podríamos extraer incluso el poder reconocer una encomiable valía a quien sin apenas formación logra llegar a un cargo prominente, sino fuera porque, como consecuencia de la pandemia del coronavirus, hemos puesto en sus manos nuestras vidas. Y aunque llegará el momento de rendir cuentas de la gestión, resulta triste ver que en general, en la clase dirigente primen por delante del interés de los ciudadanos, el interés propio. Estos días, hemos visto como de la improvisación se ha hecho la norma, cómo ha primado la estrategia política a la estrategia de la lucha contra el Covit-19, cómo las decisiones se toman buscando el mejor momento político y no el mejor momento para luchar contra la pandemia. Resulta sorprendente como habiendo 7 días en una semana, algunas decisiones se han tomado en domingo, para entrar en vigor a las 00:00 horas del lunes y se publiquen en el BOE a las 23:30, convirtiendo semanalmente la sobremesa de los domingos en una especie de “Aló Presidente”, con la alocución semanal del Presidente Sánchez, llena de gesticulaciones y frases hechas vacías de contendido. O el Vicepresidente segundo el Sr. Iglesias preocupándose en plena pandemia por cambiar la forma del Estado, como si eso fuera una prioridad en estos momentos. Pero no solo el Gobierno Central ha cometido disparates o errores en la gestión, también ha errado el Gobierno de la Generalitat de Cataluña, más preocupado en mantener la tensión que en la salud de los ciudadanos, han pretendido ocultar su ineptitud en la gestión intentando mantener viva la llama del agonizante “Procés”, posicionándose siempre a la inversa del Gobierno del Estado, amparándose en un supuesto comité científico que, finalmente, ha resultado que no existe. Sus miembros han sido incapaces de gestionar una grave crisis, siendo el broche final las declaraciones antes señaladas del Conseller Buch, por cierto uno de los aspirantes a ser candidato a la presidencia de la Generalitat.

Pero de todo ello debemos  obtener  lecciones que nos permitan mejorar y afrontar nuevas crisis, que seguro llegarán, con mayor capacidad de gestión. Y la primera lección es la extraordinaria profesionalidad, entrega y  dedicación no solo del personal sanitario, al que deberemos mucho, sino también de todos aquellos que exponiendo su salud han permitido que este país siga funcionando, desde los trabajadores de los comercios de alimentación, servicios de limpieza, cuerpos de seguridad, transportistas y todos aquellos sectores que fueron declarados esenciales, sin ellos no habríamos podido subsistir. Por lo tanto, la primera lección es que debemos poner en valor ese capital humano que representa lo mejor de nuestro país, y la mejor forma de hacerlo es retribuirlos dignamente, especialmente a quienes conforman la sanidad pública.

Otra de las lecciones que nos dará este tiempo de pandemia es que debe producirse un cambio en el personal político, los electores deberemos exigir que quienes dirijan nuestra administración, en cuyas manos ponemos literalmente nuestras vidas como se ha demostrado en la actual crisis, respondan a juicios de capacidad, que realmente gestionen en beneficio del país y no en beneficio propio buscando únicamente su perpetuación en el cargo. Capacidad que deberían haber demostrado fuera de la política, no puede ser que una parte importante de nuestros dirigentes carezca de experiencia fuera del cargo público, principalmente porque les aleja de la realidad de los ciudadanos, quienes deben luchar cada final de mes para hacer frente a sus diferentes obligaciones. Por ello, queremos que los mejores y más capacitados de nuestros ciudadanos sean los que estén al frente de una crisis como la actual. Y solo hay una manera de conseguirlo, la limitación de mandatos, la política debe ser un servicio a la sociedad de los miembros de ésta, y limitar los mandatos impedirá que quien no tenga capacidad para la gestión de lo privado tampoco la tenga para la gestión de lo público, que resulta a todas luces más importante, como ha puesto de manifiesto la pandemia. Pero todo ello sería ineficaz si no reducimos de manera drástica los cargos de confianza en las diferentes administraciones públicas, reforzando al mismo tiempo la carrera profesional del cuerpo técnico de funcionarios, convirtiéndolos en verdaderos cuerpos de élite al servicio de la clase política y de los ciudadanos, bajo el único criterio del mérito y  la capacidad, y que éstos sean retribuidos al mismo nivel que se retribuye a los cargos de confianza, pero porque realmente su preparación y experiencia lo merezca, y no por ser conocido o amigo de, como sucede ahora.

Pere Lluís Huguet Tous