Artículo publicado en Tribuna de Diari de Tarragona el 17 de agosto de 2015
Volvemos a tener un verano en el que
la principal noticia de sucesos, son las mujeres muertas por violencia de género,
y lo triste y preocupante es que llevamos muchos años de lucha contra
esta lacra sin obtener resultados. Prácticamente las estadísticas
se mantienen y el gran éxito es simplemente que no aumenta el
número de mujeres muertas, triste mérito. En 1999
murieron 54 mujeres, igual número que en 2014, y este año
ya son 28 según algunas fuentes.
Hemos dictado leyes especificas para
la erradicar la violencia de género, hemos modificado en varias
ocasiones el Código Penal para endurecer las penas de los maltratados,
hemos establecido sistemas de protección incluso electrónicos,
hemos creado oficinas específicas de atención a las mujeres en
todos los centros policiales, las administraciones han establecido y ordenado a
los cuerpos de seguridad una vigilancia mayor en los temas de violencia, una
llamada de una mujer agredida recibe una inmediata respuesta. Se han establecido
sistemas de protección social para las mujeres víctimas
de violencia que les permita acceder a ayudas económicas. Los abogados
hemos establecido un turno de 24 horas los 365 días de la semana
para asistir jurídicamente a las mujeres víctimas
de violencia de género, y todo ello no ha servido para prácticamente
nada, estamos en el mismo número de mujeres muertas que en 1999,
peor aún en los últimos años se han reducido
el número de denuncias y el número de ordenes de
protección otorgadas, hemos pasado de 126.293 denuncias en 2007 a
124.894 en 2013, y otorgado 41.420 órdenes de protección
en 2008, y solo 33.167 en 2014. Todo ello sería una buena noticia
si hubiéramos reducido el número de víctimas, pero
manteniéndolo, solo podemos reconocer que hemos fracasado.
Algo no estamos haciendo bien, las
medidas punitivas está bien claro que no sirven al carácter
de prevención general, al hombre que piensa matar a su esposa, compañera
o novia, no le amedrenta el hecho de saber que la pena ha sido incrementada en
las últimas
reformas, muchas veces incluso intenta quitarse la vida, por lo que el
incremento de penas poca eficacia preventiva tiene. Cada vez escuchamos en las
noticias, que más mujeres víctimas no habían
denunciados a sus asesinos con anterioridad, hecho que concuerda con la
disminución de denuncias. Estamos en una sociedad moderna basada en la
igualdad y el respeto, pero no conseguimos erradicar la principal lacra
precisamente contra la igualdad, la violencia de género.
Entonces ¿en que hemos
fallado?, después de más de 25 años
asistiendo a mujeres víctimas, creo que nos hemos equivocado,
las medidas punitivas y policiales deben ser un complemento a otras más
básicas y estas están en la erradicación
de la violencia en nuestra sociedad, y eso solo puede hacerse desde una educación
en los principios de respeto a la vida y a la integridad.
Y llegamos al eterno debate de
nuestra sociedad: la educación. Si queremos erradicar la violencia
de nuestra sociedad debemos invertir en la educación de nuestros jóvenes,
nuestro mayor baluarte es infundir el respeto a la vida y a los valores de
nuestra sociedad desde la escuela, no solo es importante formar excelentes
profesionales, también debemos formar excelentes personas,
invirtamos en educación e invertiremos en futuro.
Cuando yo estudiaba la suprimida
EGB, y quizás fuera una exagerada forma de adoctrinamiento, teníamos
la “consigna” diaria, era una frase que colocábamos
en la pizarra cada día y que tenía algún
valor formativo. No creo que la solución sea volver a la “consigna” ¿Pero
a cuantos alumnos de la actual primaria, ESO o Bachillerato conocen la
principal consigna de nuestra sociedad?: “Todos los seres
humanos son libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están
de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos
con los otros”. (Artículo 1 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos aprobada por Naciones Unidas el 10 de diciembre
de 1948). Así pues, con “consigna” o
sin ella, a lo que no podemos renunciar es a educar en valores.